Miles de personas salieron este miércoles a las calles de Montevideo para dar el último adiós a José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, quien falleció a los 89 años a causa de un cáncer de esófago. Su figura, profundamente arraigada en el pueblo uruguayo por su sencillez, su discurso franco y su cercanía con los sectores populares, fue despedida en un emotivo cortejo fúnebre que recorrió los puntos más simbólicos de su trayectoria política.
El sepelio inició desde la Torre Ejecutiva, sede del Poder Ejecutivo de Uruguay, y avanzó lentamente hasta llegar al Palacio Legislativo, donde se instaló la capilla ardiente para su velorio oficial. El féretro, cubierto por la bandera nacional y por el estandarte del prócer José Artigas, fue escoltado por seis caballos del Ejército que tiraban de la cureña, un carro ceremonial que se reserva para los honores fúnebres de figuras de Estado.
El ambiente, aunque cargado de tristeza, también estuvo colmado de gratitud y respeto. Gritos como “Pepe, amigo, el pueblo está contigo” resonaron a lo largo del recorrido, mientras ciudadanos de todas las edades—desde ancianos hasta familias con niños—aplaudían, mostraban carteles o simplemente observaban con ojos húmedos al hombre que marcó una época en la historia reciente del país.
Cortejo y símbolos de despedida a Mujica
El cuerpo de Mujica partió a las 10:00 de la mañana desde la sede del Ejecutivo, y el traslado fue acompañado por un dispositivo solemne y cuidadosamente preparado, pero sin perder la esencia del expresidente: la cercanía con la gente. A lo largo del trayecto, cientos de personas se apostaron en calles, avenidas y balcones, mientras otras caminaban junto al féretro. En cada punto del recorrido, se percibía una mezcla de respeto profundo y emoción colectiva.
La cureña fue escoltada por representantes del Ejército uruguayo, un gesto cargado de simbolismo considerando el pasado de Mujica como guerrillero en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, y su posterior trayectoria como líder político que apostó por la reconciliación, el diálogo y la paz.
La bandera de Uruguay, colocada sobre el féretro por el actual presidente Yamandú Orsi, fue acompañada por la del general Artigas, figura clave en la historia del país. Este gesto representó un puente simbólico entre la herencia del idealismo histórico de Artigas y la visión moderna y social de Mujica.
El cortejo también se detuvo frente a la sede del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, el grupo del que Mujica fue integrante durante su juventud, y más tarde, en las oficinas del Movimiento de Participación Popular y del Frente Amplio, fuerza política con la que llegó a la presidencia entre 2010 y 2015.
Llegada al Palacio Legislativo
Aproximadamente a las 13:15 horas, el cortejo arribó al Palacio Legislativo, donde lo esperaba una comitiva oficial encabezada por el presidente Orsi, además de autoridades del Parlamento y otros miembros del Ejecutivo. Fue allí donde se instaló la capilla ardiente, abierta a todo público a partir de las 15:00 horas.
En el lugar, se preparó un espacio solemne, pero accesible, como lo hubiera querido el propio Mujica, quien siempre evitó los protocolos ostentosos y privilegió lo austero. Durante las primeras horas del velorio, las filas comenzaron a formarse con rapidez. Algunos ciudadanos portaban flores, otros llegaban en silencio y otros aprovechaban para contar anécdotas o recordar los discursos que más los marcaron.
El homenaje institucional se entrelazó con una participación ciudadana genuina. Muchos de los asistentes no eran militantes ni figuras públicas, sino ciudadanos comunes que alguna vez se sintieron representados por su discurso, por su forma de vida o por la honestidad con la que asumió su cargo.
Mujica, símbolo de humildad
José Mujica falleció el martes en Montevideo, luego de que en 2023 se le diagnosticara un tumor maligno en el esófago. Aunque su salud se fue deteriorando en los últimos meses, el exmandatario mantuvo su carácter sereno y su contacto con los medios y la ciudadanía hasta que las fuerzas se lo permitieron. Su muerte ocurrió tan solo una semana antes de cumplir los 90 años.
Conocido en todo el mundo por su estilo de vida austero, su filosofía basada en la sobriedad y su lenguaje directo, Mujica fue mucho más que un político. Fue un símbolo de una forma distinta de ejercer el poder: sin escoltas, sin lujos, sin discursos vacíos. Como presidente, donó gran parte de su salario, vivió en una chacra modesta a las afueras de Montevideo y se trasladaba en su célebre Volkswagen Fusca.
Su figura trascendió fronteras y despertó admiración incluso entre sectores que no compartían su ideología. Su legado no solo se mide en políticas públicas, sino también en su forma de entender la vida pública: con empatía, honestidad y sentido común.
Durante su mandato, impulsó leyes emblemáticas como la legalización del matrimonio igualitario, la regulación del cannabis y una política exterior basada en la soberanía y la integración regional. Pero más allá de las reformas, su principal herencia es la huella ética que dejó en la política uruguaya y latinoamericana.