En los primeros rayos del amanecer del 1 de enero, cuando Monterrey aún despierta del eco de la celebración, un grupo de heroínas anónimas se alista para enfrentar una misión titánica. En el corazón del Mercado Juárez, entre los aromas que prometen consuelo y revitalización, las vendedoras de menudo emergen como guardianas de la tradición y salvadoras de una ciudad convaleciente tras las fiestas de Año Nuevo.
Preparativos en “El Menudito”
En el icónico puesto “El Menudito”, situado en el pasillo cuatro del Mercado Juárez, los preparativos comienzan mucho antes del alba. Lideradas por Berenice Villalpando, trabajadora del lugar, estas valientes mujeres se organizan con precisión militar para garantizar que ningún habitante de Monterrey se quede sin su plato reconfortante.
Consciente de la magnitud del reto, Villalpando explica que este día no es como cualquier otro. “Ese día hay un poco más de personal que en los demás días, unos 15, cuando normalmente somos la mitad. Desde muy temprano, ya para las 07:00 de la mañana empiezan a llegar todos, y los que andan más graves llegan como a las 9 o 10”, comparte.
La coordinación y el esfuerzo colectivo son evidentes. Desde antes de que la ciudad despierte, el equipo de “El Menudito” ya está cortando ingredientes, sazonando caldos y alistando el tradicional menudo, junto con otros platillos estrella como pozole, taquitos de barbacoa y asado de puerco. Cada olla que se llena y cada porción que se sirve representan no solo una comida, sino un gesto de cuidado hacia la comunidad.
Una tradición que da vida
El menudo no es solo un platillo, es un ritual. En el frío de la mañana, las mesas de “El Menudito” se llenan de risas, conversaciones pausadas y miradas que encuentran alivio en el calor del caldo. Cada cucharada es un rescate, un regreso a la vida después de una noche intensa de celebración. Es en estas horas donde las vendedoras de menudo se convierten en más que cocineras: son sanadoras del cuerpo y del alma, manteniendo viva una tradición que une a las generaciones.
Villalpando comenta con orgullo que cada año están mejor preparadas, aprendiendo de las demandas de sus fieles clientes. “La verdad, cada año abrimos y ya sabemos lo que se mueve más. Lo que busca la gente es menudo, pozole, taquitos de barbacoa, caldito de res”, explica. Su experiencia y atención al detalle las convierten en expertas en ofrecer exactamente lo que Monterrey necesita en este día especial.
La misión es ardua, pero el espíritu de servicio de estas mujeres no se quiebra. Con manos que no descansan y una energía contagiosa, se aseguran de que cada plato salga caliente y perfecto, listo para ser el remedio de cientos de personas que buscan empezar el año de la mejor manera.
Más que comida, un símbolo de comunidad
El Mercado Juárez, con su bullicio y colorido, es el escenario donde se tejen historias de esfuerzo y tradición. “El Menudito” no solo vende comida; ofrece un espacio donde los habitantes de Monterrey pueden reconectarse con sus raíces. Cada cliente que entra, desde los madrugadores hasta los que llegan más tarde, encuentra más que un plato: encuentra un recordatorio de que las pequeñas cosas, como un buen caldo de menudo, son las que sostienen el tejido de una comunidad.
Villalpando extiende una invitación a la ciudadanía: “Aquí estamos esperándolos para todos los que quieran venir a curársela”. Su mensaje es una declaración de hospitalidad y compromiso, un llamado a no dejar que el Año Nuevo comience sin este ritual tan nuestro.
En un mundo donde los héroes suelen llevar capas, estas mujeres llevan delantales y ollas gigantes. Su labor en este 1 de enero no solo alimenta estómagos, sino que también nutre el espíritu de Monterrey, recordándonos que detrás de cada gran tradición hay personas dispuestas a darlo todo por mantenerla viva.